
Sección esta la de A Cascoporro, que últimamente escasea en este blog, pero que nos sirve para reflexionar de vez en cuando, en mi caso sobre la identificación con los personajes de ficción, sobretodo en el cine, aunque nos vale cualquier ámbito. Me decidí por este tema básicamente porque el otro día, fui con mi colega Rush a ver Pagafantas (nunca dejaré de recomendarla), segunda vez para mí que la veía, la primera para él. Pues bien, si habéis visto la película, sabéis que el típico happy end de las comedias se lo pasa por la piedra, un final que a mí me pareció (y me sigue pareciendo) sorprendente, creíble, y sobretodo, doloroso a pesar de ser puramente cómico. Pues bien, aunque la película acaba de forma exagerada, porque la película lo es un poco, a Rush no le gustó tanto como a mí, quizás en parte por la rabia que llegaba a producir el personaje femenino del film, al principio alocado y encantador, y según avanza la película, irritable y totalmente odioso. Ahí está la gracia de la película, y concretamente del final, hacer que odiemos al protagonista pagafantas y a la mujer de la que está enamorada, ahí reside la identificación del espectador con los personajes de ficción, que sintamos
lo que ellos sienten (o lo que siente el protagonista, tanto da), aunque no nos gusten.
Y es que el asunto de la identificación también afecta de forma aparentemente positiva, nos gusta especialmente una película cuando establecemos un vínculo emocional con los personajes (unos más que otros obviamente), sea positivo o negativo. Y es que a veces, las películas mejor escritas son aquellas en las que el espectador siente aparte de ver, y eso es algo que algunos olvidan actualmente, nos muestran unas imágenes estéticamente hermosas pero su historia, sus personajes, el guión en sí, no nos dice gran cosa. Con el paso del tiempo, ya sea con una película o una serie de televisión, se crea la llamada nostalgia, de que cualquier tiempo pasado fue mejor. ¿Quién no ha vuelto a ver una película, muchos años después de haberla visionado de pequeño, y que recuerda como algo brillante y espectacular y luego a resultado ser una chufa? A muchos nos ha ocurrido, pero también se puede producir el hecho contrario, que una película deficiente que vimos de pequeños la volvamos a ver y nos siga emocionando, aunque ésta sea mala, pero el vínculo emocional ya está establecido, y es difícil cortarlo. Como ocurre también con la admiración, a nosotros nos gusta o nos emociona más de lo normal un personaje en concreto, aunque se comporte como un villano, porque hace las cosas que nosotros nunca haríamos o que querríamos hacer pero no podemos (véase Rorschach, El Joker, House, John McLane, y muchos más). ¿Nos parecemos a ellos? No. ¿Queremos ser como ellos? Sí. ¿Nos muestran lo que sienten, y por ello nos da la sensación de que los conocemos y de que nos parecemos? También.
Otro tema en parte relacionado con la identificación, es la credibilidad de las acciones de los personajes, sobretodo dado en el cine de terror. Sabéis a lo que me refiero cuando me hablo de que nos quejamos cuando vemos que el personaje protagonista, o cualquier secundario, comete alguna estupidez garrafal que le puede costar la vida (algunas veces se salva, otras no), y nosotros decimos "¡Venga ya!". ¿Cómo es que nos dignamos a soltar ese venga ya si seguramente nosotros cometeríamos la misma estupidez? ¿Cómo podemos quejarnos de algo que hace un personaje de ficción que está pasando por una situación límite si nosotros no sabemos lo que haríamos en una situación parecida? Cuando, por ejemplo, el/la protagonista de turno está siendo perseguido/a por el villano, el protagonista entra en el coche, intenta meter la llave en el contacto, se le caen, las coge tembloroso/a, la llave no entra, y el villano
No hay comentarios:
Publicar un comentario